Un camino (Día 4b) 30 de abril

Paso la mayoría del día con los jóvenes de Málaga. Es mi primera experiencia en este viaje caminando mucho tiempo con otros. Tal vez estén siendo conscientes de mí, pero su ritmo de caminata es perfecto. El tiempo pasa bien feliz.

Durante mi camino, con los trabajadores en los restaurantes, en los albergues, y en las tiendas, español sí es la lengua más común. Además, los letreros aquí en Galicia a veces son en gallego. Pero entre los peregrinos, inglés es la “lingua franca”. Oigo alemán, portugués, francés, y otros, pero inglés es el idioma que oigo con más frecuencia adentro los grupos de peregrinos y entre ellos. En un momento mis compañeros expresan su sorpresa al descubrir que pocos de los peregrinos son españoles como ellos.

En medio de nuestro viaje juntos, hay un restaurante arriba nosotros. Un tipo llama y saluda a mis compañeros. Sonríen y empiezan a conversar. Noto que la conversación es un poco más rápido con este hombre que conmigo. Por eso, entiendo solo una parte de lo que están hablando. Nos presentan. Se llama Antonio, pero a mí Antonio me llama Pepe. ¿Me está haciendo una chiste? Le explico que mi padre se llama José pero me llamo William. A Antonio no le importa. Para él soy Pepe. (De hecho, mi padre tiene el apodo de “Peping, con el acento en el segunda sílaba, en vez de “Pepe”, porque en las Filipinas el sonido de “ng” es común.)

Mis compañeros tienen un amigo en Padrón y van a quedarse con él dos noches. Por mi parte, voy a tomar un desvío para un convento francisco. (De hecho, todavía no sé la diferencia entre “convento” y “monasterio” en español. En inglés para mí, un “monastery” es solo para hombres llamada monjes, y un “convento” es solo para mujeres llamada monjas.) Nos despedimos en un letrero apuntando hacia el convento al este.

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Como el primer día de este camino, la lluvia paró y el cielo despejó después de la mañana. Ahora está soleado y hace bien calor. Mi gran botella de agua está vacía. No hay nadie más a lo largo de esta ruta tan hermosa. Me preocupa que el convento esté lleno o que pierda mi camino. Cerca de un puente, le pregunto a un desconocido dónde está el monasterio. Está cerca.

Por fin. El aire en el convento es fresco. Me registro en el escritorio con una caja para donaciones. Descanso mis pies cansados mientras mirando una baraja de cartas españolas.

Durante el tour del convento, me ofrezco como traductor porque el guía solo habla español. Pero fallo al trabajo. Afortunadamente hay otro peregrino que hace las traducciones. Aprendemos la historia del lugar, incluyendo sobre los franciscos. Crecía católico, pero me falta mucha información sobre las distinciones entre los ordenes religiosos en la organización. En toda mi vida y en mi detrimento, no me interesaba la política interna. Pero me interesa San Francisco de Asís. De hecho, mi nombre de confirmación es Francis. Me interesa cuando el guía dice que los franciscanos son un orden con un poca más libertad que los otros, pero aun así, el propio santo no podría unirse hoy en día. 

Aprendemos mucho de la historia del lugar. Los franciscos llevaron pimientos de América, y ahora los pimientos de Padrón son famosos. Nuestras cuartos fueron para estudiantes cuando el edificio servía como escuela. Vimos una habitación en la forma de un cabina de un barco, porque los franciscanos navegaban por todo el mundo para llevar la palabra de Dios.

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Ya no soy católico pero hay algo conmovedor en esta tarde. Durante la misa recibo el sacramento de la comunión por la primera vez en muchos años. Después, nosotros peregrinos hablamos un rato con el sacerdote y recibimos una bendición. Él explica por qué nos insistió a tomar la comunión de su mano en lugar de recibirla. Es su costumbre para demostrar que nuestras propias opciones y nuestras propias acciones son esenciales.

En el monasterio encuentro a Antonio de nuevo. Nos sentamos juntos durante la cena pero habla un poco rápido conmigo. Si entiendo a mis amigos anteriormente y a Antonio ahora, era un cartero. Pronto después su jubilación, su esposa falleció. Desde entonces ha caminado el Camino cuarenta veces, dos veces al año, para ayudar a otros peregrinos.

La vida de los franciscos parece sencilla. Solo se tiene que renunciar a todo lo material.

Es un buen día. Pepe, peregrinos, y pimientos de Padrón. Conversación franca, aire fresca, y franciscanos.

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visitar versus vivir

Vuelvo pronto a la historia de mi camino, pero en este momento quiero escribir de otro tema. Es un asunto que ha estado en mi mente desde hace pocos años. En fin: hay lugares para visitar, y hay lugares para vivir.

A veces, en las condiciones apropiados, las dos cualidades pueden existir en un mismo lugar. Sin embargo, para mí, esto es raro. Por lo general, un sitio lleno de aventuras es diferente a uno de comunidad y de comodidad.

Mi perspectiva no es única. En la reunion para practicar español en Whole Foods el sábado pasado, hablamos de cuál ciudad es nuestra favorita. La mayoría dijo “Pittsburgh” — no sorpresa, después de todo, nosotros estábamos sentándonos en Pittsburgh. Una mujer dijo que a ella le gusta las temporadas, especialmente ahora cuando la humedad y el calor la abrazan, y que las personas aquí son más sincera qué las en Seattle. Un hombre que no tenía mucha experiencia dijo que Nueva York es muy buena para visitar pero prefiere Pittsburgh para vivir. Otro dijo que su ciudad preferida es San Diego aunque es cara. A mí me gusta Pittsburgh en lugar de Henderson.

Dije también que los lugares cambian, y nosotros también sí. Por ejemplo, no cambiaría las experiencias de mis días universitarios en Ithaca por nada, pero no sé si viviría allí ahora. Además, es más fácil criar a los niños en una ciudad como Pittsburgh que en Nueva York, pero hay tantas cosas hacer allí. No me arrepiento de ningún lugar en el que he vivido. Mis experiencias en cada me hicieron. De hecho, muy a menudo estoy feliz con el lugar en el que me encuentro. Si no, me voy al siguiente. Siempre hay opciones. 

Después de recoger mi familia del aeropuerto esta mañana, mi esposa, nuestro hijo menor, y yo tomamos un paseo en el parque con los dos perros. Mi hijo estaba emocionado por comer en varios restaurantes y dijo que su “Strip” favorito está en Pittsburgh en vez de Las Vegas. Por mi parte, mencioné que hay algo aún más importante que el paisaje verde y que el clima. Es que la gran mayoría de las personas en nuestra zona comparten las mismas opiniones políticas que nosotros. Esto no es esencial, pero me queda bien. Me siento más cómodo en un lugar así. Me siento que más seguro, es decir, un sentimiento de más seguro de sí mismo y también más seguridad. Mi esposa estaba de acuerdo conmigo, pero ahora mismo al escribir esta entrada me pregunto si este sentimiento es la origen de tantos problemas en nuestro país.

Un camino (Día 4a) 30 de abril

Me despierto por el sonido de un mosquito. Voy abajo a comedor para organizar mis pertenencias y preparar para el día. Al sentarme aquí anoche hice unos planes, mientras un hombre conversaba con su familia. Ayer traté de ayudarle en la absencia de la gerente del albergue, pero estaba avergonzado porque no entendía su español. Después en la tarde, me di cuenta de que él estaba hablando portugués. Reviso el pronóstico y escribo apuntes en una hoja de papel.

Esta mañana hablo en inglés con la mujer que rechazó el regalo ayer. Ahora está parándose, y puedo ver que ella está sola y es de complexión delgada, además de mayor edad. No me preocupo por ella. Creo que ha hecho mucho en su vida, incluyendo tomando muchos pasos. Sí me preocupo por la lluvia. Afortunadamente tengo el impermeable que compré en Pontevedra. A las ocho me lo pongo en la mochila. Empiezo a caminar.

Hay lluvia pero no importa mucho con mi poncho. Llevo mi botella de agua en los dedos, mi cámara en una correa, y mi hoja de papel con apuntes en una mano. Ya he escrito sobre este día, después de perder mis notas con opciones de dónde puedo alojarme esta noche.

Pero espera, espera. Necesito romper la cuarta pared y volver al presente, al siete de julio, al hoy. En medio de la escritura de esta entrada de blog, después de escribir la palabra “poncho” en el último párrafo, chequeé mi correo electrónico. ¡Recibí un mensaje de Miguel!, uno de mis compañeros con quiénes caminaba durante horas en el último día de abril. No había recibido nada mensaje de nadie del Camino hasta este momento exacto. 

¡Qué increíble! Por lo general no creo en milagros pero ¿qué es esto? Es un eco del Camino de Santiago, reverberando a través del tiempo.

Un camino (Día 3b) 29 de abril

Incluyendo descansos y paradas, mi viaje a pie tarda casi seis horas cuando llego a una encrucijada. En línea recta está el camino principal, y a la izquierda está una calle hacia el albergue y un café. La elección es fácil. Mis provisiones de comida es bajo porque todos los supermercados se han cerrado desde anteayer. Decido tomar el desvío para comer y entonces puedo escoger si continuar o alojarme.

Sin embargo, cuando llego al albergue, inmediatamente decido quedarme. El albergue es acogedor y hay brisas por las ventanas. Cuesta diez dólares, como todos los albergues y incluso hay una lavadora gratis. Pero primero voy a comer.

El menú es sencillo y limitado. Hay solo un trabajador — no sé si es el dueño también — para tomar el pedido, cocinar la comida, y servir todo. No importa, no hay cola y él es una fina persona. Pido un bocadillo con huevos revueltos y patatas bravas con aioli. El sándwich es delicioso, especialmente con un poco de sal y un paquete de aceite de oliva. (Admiro un país donde aceite de oliva es un condimento.) En cambio, las patatas bravas vienen en forma de papas fritas, es decir papas francesas, no en cubos. Además, las dos salsas están frías y prefabricadas en paquetes. No pasa nada, a buen hambre, no hay pan duro. En este caso, no hay salsa fría.

Pero antes de comer y después de pedir, hay cuatro estadounidenses atrás de mí. Ellos no hablan español y el tipo del restaurante no habla inglés. Mis conciudadanos quieren regalar algo. Uno de los hombres señala a una mujer de mayor edad que es la única persona adentro del restaurante. Dice que ellos van a pagar la comida de la mujer. Soy capaz de traducir esta intención al trabajador. Por supuesto que recuerdo anteayer cuando alguien me pagó la comida. Creo que es un gesto generoso.

Los cuatro se sientan afuera, pero me siento adentro. Ya no necesito estar debajo del sol, y de todos modos quiero estar solo. Mis conciudadanos son amables pero ruidosos. Cuando tengo hambre, no quiero ser social. Espero mi comida en una esquina, mirando mi tableta, escribiendo a mi amigo Marc, el que está en Suiza ahora mismo.

El tipo lleva la comida a la mujer. Noto que ella está irritado. 

Como más rápido que ella. Después, trato de explicar a ella que este fue un regalo. Me pregunta en inglés: ¿Quién hizo esto? ¿Era mi esposo? Puedo cuidar de mí mismo. Puedo pagar por mí mismo. Y ella lo hace.

Voy afuera y me siento con los otros estadounidenses. Juntos tratamos de entender por qué la mujer no aceptó el regalo de comida y por qué el regalo la hizo enfadar. Les cuento lo que me dijo la mujer. Explico que esta mujer está, en mi opinión, orgullosa de ser autosuficiente. Los cuatros son católicos y una habla de este rasgo como es una falta. Para ellos, regalar es un acto de caridad. Entiendo bien sus intenciones pero digo que no es para todos. Ellos contestan que todos no son listos para recibir regalos. Reconozco sus opinions pero, para mí, este no es el pecado de la soberbia. Es una mujer sola que es fuerte.

Me regalan un medallón pequeño de su parroquia. Vuelvo al albergue y ellos seguirán caminando.

De hecho, he recibido y seguiré recibiendo regalos de mis compañeros peregrinos. Antes del Camino, una mujer llamada Deedee me regaló la concha que está atada a mi mochila. Dos mujeres en el autobús hacia Vigo me regalaron unos vendajes para la pie. Ayer el uruguayo me regaló una moneda y compartió su mate. Acepto cada con gratitud y con gracia, lo mejor que puedo. Pero también respeto la actitud de independencia de esta mujer. Noto y recibo estas experiencias en mi camino. Recuerdo algunas, acepto todas.

Un camino (Día 3a) 29 de abril

Hoy mi plan es caminar de Pontevedra a la aldea de Briallos. La próxima parada natural para muchos peregrinos en mi situación sería Caldas de Reis aunque está un poco más lejos, porque es un lugar más grande, con varias opciones para alojarse y comer. Pero soy un poco diferente de otros peregrinos. Estoy decidido a quedarme en los albergues públicos siempre que sea posible. Llevo una mochila más pesada (unos diez kilogramos) que la mayoría de los demás, y tomo más fotos (es decir, “me detengo y huelo las rosas”) también. Además, estoy en el extremo sur de Pontevedra y, después la lluvia anteayer y mi desvío ayer, creo que yo podría aprovechar un día un poco más fácil. En fin, estoy solo, es mi decisión, y puedo cambiarla si estoy lleno de energía en Briallos.

Desayuno el arroz y los huevos revueltos de anoche. A las ocho todavía hay un hombre en su cama, mirando un video en su móvil. Le recuerdo que es hora de salir y me contesta maleducadamente. Me molesta un poco, pero él está en su propio camino.

Camino por el centro de Pontevedra y visito la catedral. Es una ciudad muy bonita. Camino por las afueras, también lindas, y entonces por el campo. Descanso fuera de una iglesia que comparte mi apellido y hablo un rato con cuatro filipinos. Me vuelvo a encontrar con ellos varias veces a lo largo del día, como me encuentro con otras personas de días anteriores. Una vez veo una puerta pequeña para pan. No sé si todavía se usa para ese propósito.

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Hay una variedad de terreno y paisaje. Uno momento estoy caminando al lado de vides, debajo de la rampa de una carretera …

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… al momento siguiente paso por delante de una piedra explicando que estoy en una ruta antigua romana …

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… y después del bosque, hay un señal con un buen sentido del humor.

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Hace un poco calor. Me apetece descansar a menudo, y descanso cada vez que quiero. No tengo prisa hoy.

Conocimiento del fuego

Yo solía correr cada vez que había fuegos artificiales. De hecho, durante muchos años investigaba su ciencia. Asistí a una conferencia sobre este tema. Viajé con un amigo para recoger algunos equipos desechados de un facilidad del Ejército. Trabajaba con estudiantes de ingeniería química para desarrollar mi visión de fuegos artificiales en condiciones inusuales.

Estoy un poco triste de que ese proyecto no tuvo éxito. A lo mejor estoy más triste que los fuegos artificiales ya no son tan importantes para mí. La última vez que los he visto fue el año pasado, hace exactamente un año, cuando me paré en una azotea en la Universidad de Chicago. (De hecho, Chicago ha estado en mi mente porque hoy estoy mirando la serie “Dark Matter”; el octavo episodio ocurre en lugares alrededor de la universidad que yo frecuentaba.) En fin, esta noche no hice planes para ver un espectáculo destellando.

Pude oírlos afuera para la celebración del Día de la Independencia. Pero se detuvieron hace un rato por la lluvia. Ah, están empezando otra vez.

Gracias, Prometeo, por su regalo del conocimiento del fuego.

Un camino (Día 2) 28 de abril

Salgo del albergue en Redondela antes de la madrugada. Cada día tengo un destino en mente porque no hay muchos albergues públicos en mi ruta. Mi meta de hoy es llegar a Pontevedra.

Al caminar cuesta arriba, conozco a un gato. Frecuentemente en Europa conozco a los gatos. Toda la ciudad todavía está durmiendo excepto este gato y unos pocos peregrinos. Noto una estructura vieja, pequeña y de piedra, sobre pilares, con una cruz en el echo. No entiendo para qué existe.

La ruta es fácil para seguir, mucho más que de ayer. He leído que hoy es el último día al lado de la costa, así que quiero aprovechar para pasar un rato cerca de ella. Por eso tomo un desvío hacia el agua, como un libro recomienda. Visito un cementerio con una vista maravillosa. Las tumbas me recuerdan a la tumba de mi abuelo que vi en las filipinas de niño y a un cementerio que visité en New Orleans. Hay mucha lluvia en estos tres lugares. 

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Después, pierdo el Camino. Camino sí por granjas lindas y las vistas son bellas, pero al fin debo admitirme que estoy un poco perdido. No mucho, porque mis pasos son en la dirección correcta… pero mi ruta termina en un estación de tren que parece abandonado. Decido caminar arriba lejos del agua, y después sigo una carretera. 

Con el tiempo veo un cruce peatonal designado para los peregrinos. Vuelvo a unirme al Camino y veo muchos peregrinos. Hoy mi experiencia parece más como el Camino de mi imaginación antes de hacer el viaje real. Camino por campos, carreteras, calles, granjas, aldeas, y bosques, subiendo y bajando colinas, tranquilo pero con gente. Creo que hay más gente porque anoche dos corrientes de peregrinos, de la Ruta de la Costa y de la Ruta Central, se juntaron en Rendondela.

Durante estos días de mi camino, encuentro a desconocidos y hablo un poco con ellos. Después, el siguiente día o más después, encuentro a ellos otra vez. Por ejemplo, un poco antes de cruzar este puente, conozco a una mujer que creció en Pittsburgh y vive ahora en Chicago.

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Por supuesto no todas las vistas de hoy son hermosas, pero tomo muchas fotos. El día es pintoresco, el clima es perfecto para caminar.

A pesar de esto, me preocupo un poco cerca de Pontevedra. Con todos estos peregrinos, ¿habrá suficiente espacio en el único albergue público de la ciudad? Ayer fui casi el último peregrino permitido alojarse. En mi prisa, echo de menos el Albergue Virxe Peregrina (su nombre en gallego) y tengo que volver. Al acercarme, veo a un hombre y me dice que no hay espacio. Mis hombros se desploman pero es un chiste maldito.

Estamos en el extremo sur de la ciudad, cerca de la estación de tren. Busco un lugar para comida y estoy emocionado de ver un supermercado Aldi. Sin embargo, es domingo, así que es cerrado. Hay un lugar de comida rápida turca, pero todas las fotos en el pared tienen carne. Hay una churrascaría pero creo que servir solo carne. Una tienda llamada “Autoservicio Xing Long” tiene tentempiés poco saludables. Me interesa un restaurante chino pero está cerrado entre las cuatro y las ocho de la tarde. ¡Qué español!

Vuelvo al albergue hasta las ocho. En el comedor, una pareja uruguaya me invita a jugar un juego de mesa. Es disponible de la tienda del albergue por solo un euro. Me dice que es el “Juego de la oca” con la tema del Camino de Santiago. Es un juego tradicional y él está emocionado de llevárselo a su hijo. Les digo que mi clase de español miró la película “La sociedad de nieve, y me dicen es una historia tan famosa en su país. Me dicen que mi acento es de España porque pronuncio “once” con ceceo. Les cuento la historia de Heródoto de cuando una ciudad en una fortaleza jugó durante una batalla porque les faltaba comida. Al final, comparte mate conmigo, enseñándome las tradiciones y costumbres. También me regalo una moneda uruguaya.

Ceno al restaurante chino Fu Li. Espero que “huevos revueltos con gambas” serán como “Egg Foo Young” pero es simplemente huevos revueltos. Con gambas. Por otro lado, el arroz frito con setas es tan delicioso. Vuelvo a la tienda china para comprar un impermeable (por fin).

En retrospectiva, apenas puedo creer que hayan sucedido tantas cosas y más, en un solo día.

Un camino (Día 1b) 27 de abril

Al caminar en la lluvia, por fin llego a un pueblo llamada Chapela donde hay tiendas abiertas. Paso por delante de una cafetería pero no paro. Busco algo, cualquier cosa, para mantenerme seco bajo la lluvia. Le pregunto a una cajero de una tienda pequeña si venden paraguas, pero no. Me señala a un supermercado solo a una cuadra de distancia. De pie mojado, le pregunto a la gente allí si venden paraguas, pero ellos tampoco. Me señalan a una tienda cerrada que abrirá a las diez, en solo un cuarto de hora.

Espero a que la tienda abra. No quiero ir a un restaurante ni bar ni cafetería. Solo quiero un paraguas o un impermeable. Pero la tienda nunca abre.

Cuando salgo del pueblo, una mujer mayor me mira y se ríe. No le entiendo completamente, pero entiendo que ella me está preguntando por qué yo camino ahora, cuando no habrá lluvia en la tarde. A ella le debo haber parecido más saco de tristeza que mochilero de habilidad.

En ese momento me faltan las palabras. Es mi primer día en el Camino de Santiago y no quiero rendirme tan fácilmente. Además, no soy un caracol, no tengo mi casa en la espalda, y no tengo ni reserva para esta noche ni para ninguna noche hasta el jueves. Mi plan fue “tomar la vida como viene” y ahora ha venido la lluvia.

Sigo caminando, sigo lloviendo. Veo unas cajas para pan afuera de algunas casas. Cruzo una rotonda de una carretera cerca de un gran puente colgante y camino por el césped. Afortunadamente no hay mucho tránsito. No tengo ni idea si todavía estoy en el Camino. Solo puedo esperar que sí, porque a menudo no ha habido letreros.

De repente veo un cafetería. Decido que necesito un descanso y una comida. Al entrar el lugar, estoy avergonzado de que estoy goteando agua. Pido un tostado con tomate y un descafeinado con leche. Trato de descongelarme los dedos alrededor de la taza.P4271251

Poco después, la camarera me dice que alguien en el bar ha pagado mi cuenta y no debo nada. Ella dice que no puede decirme quién, es un regalo.

Me anima mucho por este pan y esta bebida caliente. Lentamente mis dificultades desaparecen. Veo a otros peregrinos caminando afuera, y sé que ahora estoy en el Camino correcto. También veo el cielo está despejando y el sol aperece; la mujer tenía razón. Y este regalo de comida — en fin, al fin, he comenzado en el Camino verdadero.

Mis pasos se sienten más fáciles. Con el tiempo, veo a un coreano y su colega. Él fue mi vecino que roncó tan fuerte anoche, pero no digo nada de esto. Nos reconocemos y hablamos de nuestras vidas, y ellos me ayudan a encontrar el albergue público. Espero en un gran cola, compartiendo mi merienda con un neerlandés mientras secando mi cuerpo. Soy casi el último peregrino de hoy que puede alojarse en este albergue, que es un torre redondo en la ciudad de Redondela. 

A través de la rotonda del albergue, encuentro un bar. Le pido perdón al pulpo, un pariente de los caracoles. Son inteligentes también. Pero Galicia es famoso para el pulpo. Solo lleva sal, pimentón, y aceite de oliva. ¡Qué plato tan rico!

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Al final del día, voy de compras en un supermercado. Resulta que debería haber comprado más, pero esta historia es para otro día.

Un camino (Día 1a) 27 de abril

A pesar de que no había estado en un vehículo desde ayer, en mi mente el 27 de abril es el primer día verdadero de mi Camino de Santiago. Me despierto temprano para mí, pero casi todas las botas ya se han ido. Veo que todos los otros peregrinos son profesionales, están en medio de su viajes. Pero no yo, es mi primer día, y ya salgo tarde.

De hecho, tengo poca idea adonde voy a pie. Antes de hoy, pensaba que habría una oleada de peregrinos, así que yo solo los necesitaría seguirlos. Pero no hay arroyo, solo un hilo, porque es tarde para empezar. El único arroyo es la llovizna del cielo. Abandono mi plan de visitar la churrería que había visto anoche, llevo mi mochila hacia la catedral, y busco esos letreros famosos con una concha. A unos peregrinos les pregunto dónde está el Camino. Señalan con las manos y mi brújula está de acuerdo. Empiezo a caminar por la costa y las calles de Vigo.

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Hay pocos peregrinos en mi vista. Algunas mujeres solas, pero sería sospechoso acercarme a ellos. Pronto también estoy completamente solo. Ahora estoy en una carretera que sale de Vigo, caminando arriba. ¿Este es el camino correcto? Supongo que sí, la costa está a mi izquierda. Si no es el Camino, por lo menos es la dirección correcta, es decir, es uno de los caminos.

Lleva lloviendo duro un buen rato. Sigue lloviendo. Había visto los pronósticos de la semana pasada y antes, y el tiempo estaba despejado. No import. La hora es ahora. Me arrepiento de no lo haber comprado el impermeable en Decathlon ayer. No estoy simplemente mojado, sino empapado.

Caracoles aparecen en la acera. Tengo cuidado de no pisarlos. Pienso que los caracoles también están en sus propios caminos. La lluvia sigue viniendo. Los caracoles están seguros en sus conchas, sus coches, sus casas — pero no yo. Tomo un momento para ajustar mis pertenencias debajo de una marquesina del autobús. Incluso considero tomar un autobús. Vi a un par de peregrinos en uno. No los culpo. Pero eso no es mi camino.

Un camino (Día 0) 26 de abril

(Desde ahora, escribiré sobre mi Camino en el presente.)

Después de comprar el boleto ayer, tomo el metro desde Bolhão al Terminal de autobuses de Campanhã. Al principio del viaje en autobús, me doy cuenta de que no tengo la correa de mi muñeca derecha, en la que tengo una brújula y una linterna. Pienso que me han robado y recuerdo que hubo mucha gente en la estación de metro. A lo mejor una persona detrás de mí en el autobús ¿me ha robado? Ay, qué desastre. Unos minutos después, veo mi correa entre la ventana y la silla. El mundo es bueno, todo solo estaba en mi mente.

(Este es un asunto importante para recordar en el Camino además de en la vida.)

El autobús hace una parada corta en un pueblo llamada Valença do Minho (en portugués). No me doy cuenta de que el Río Miño defina la frontera entre Portugal y España. Además, no recuerdo que la zona horaria cambia durante este viaje, porque la ruta desde Porto y Vigo es una línea directa al norte.

(Gracias a Hitler y Franco, España comparte la misma zona horaria con Alemania.)

Me bajo del autobús en Vigo, delante de un centro comercial. Dos mujeres estadounidense hablan solo inglés y dicen que su Camino es por medio de un tour “bougie”. Dos mujeres europeas me preguntan de dónde conseguiré mi credencial para el Camino. Contesto que mi plan es visitar la catedral y, usando mi brújula, señalo en la dirección general.

(Esta resulta ser una pregunta importante.)

Pero en este momento, estoy emocionante porque hay un Decathlon ahí. En mi hostal al otro lado del río de Porto, otra peregrina había mencionado esta cadena de tiendas, describiendo como REI pero más barato. Voy a la tienda y miro los precios, especialmente para un impermeable. Decido que mi chaqueta es suficiente.

(Esta pronto resulta ser decision equivocada.)

Después de visitar un aseo, camino hasta al centro de Vigo, hacia la catedral. No obstante, la catedral está cerrada. Una vendedora me señala hacia una oficina de turismo. Camino allá pero un dueño de restaurante me dice que esta oficina ya no existe. Camino alrededor el centro y me reúno dos veces las dos mujeres europeas que también buscan un lugar de que conseguir credenciales. Camino lejos del centro y encuentro el albergue público, pero no se puede alojarse aquí sin una credencial. En este momento estoy cansado y tiene hambre, no quiero buscar más.

(Me encuentro en una situación sin salida, un “Catch-22”.)

Afortunadamente, el hostelero se apiada de mí. Él me permite alojarme si después le muestro mi credencial. Ahora que tengo un lugar donde alojarme, busco un lugar para comer. Almuerzo muy tarde con un hombre que acababa de terminar su último Camino. Después, asistimos a la Misa en la catedral. Después de la Misa, por fin, consigo mi Credencial del Peregrino.

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Compro una paquete de galletas “Filipinas” de una tienda y una pequeña hogaza de una panadería. En el albergue, ceno con provisiones simples de Madrid. Al ir a dormir, la habitación está completamente oscura. Me parece una tumba. Todos los otros peregrinos ya están durmiendo. El más cercano está roncando muy fuerte. Cierro los ojos, diciéndome a mí mismo (en inglés): “Todos vamos a morir. Todos vamos a morir. Ya estamos muertos. Ya estamos muertos.”

(Así termina el día antes de mi Camino.)