Llevo un rato estudiando español. Comencé con Duolingo hace cinco años, varios meses antes de nuestro primer viaje a España, aunque mi racha es solo un poco más de tres años (1148 días, para ser exactos). Aún así, es mi método más antiguo y el que uso con más frecuencia, casi cada día.
Me tomé más en serio estudiar español hace veintiuno meses, después de jubilarme en septiembre de 2022. En ese momento comencé a tomar clases en línea varias horas todas las semanas a través de Duolingo. Sin embargo, Duolingo dejó de ofrecer clases en línea en enero de 2023 y esto interrumpió varias comunidades de aprendizaje.
Desde entonces, mis hábitos han incluyendo clases en línea con Dave Jones y Lisa Weinlader de EE.UU. y con la familia Amador de Colombia. En total, estas clases dura al menos de siete horas y media cada semana. Escribo este blog en español, todos los días desde hace tres semanas. Cuando estoy en Pittsburgh, voy a reuniones con estudiantes y hablantes nativos de español. Además, miro videos en YouTube como “Dreaming Spanish” y “Español con Juan”. Antes, también asistía a clases con Rita Martínez y con Emily Harman, escuchaba audios de Pimsleur, y usaba aplicaciones como Clozemaster y Drops.
Esta semana levanté mis esfuerzos al siguiente nivel. Comencé un curso de ritmo propio, llamada Repaso Total, por el maestro de “Español con Juan”. Esta mañana llevé tres horas hablando con personas de España y de México en un intercambio, y pienso que seguiré haciéndolo todos los domingos. Después, busqué otras reuniones así en Meetup y me inscribí en dos más esta semana.
Todos estos esfuerzos han mejorado mi español. Hace tres años cuando visitaba la Ciudad de México, pude comunicar en todas partes y pedir ayuda a extraños cuando el transporte público no funcionaba. Hace dos años cuando visitaba Baja California, varias personas me felicitaron cuando hablé. Este año cuando visitaba Madrid y Galicia, una persona dijo que mi acento suena como si fuera de Colombia; en otra ocasión, dos otras dijeron que mi acento es de Madrid. Es decir, comentaron sobre mi acento, no sobre mi capacidad para comunicarme. Lo que es más importante, pude cambiar entre ambos idiomas, a veces sin pensarlo.
Reconozco que necesito seguir mejorando mucho más mi nivel. Fallé cuando trataba de traducir para un guía turístico en una iglesia durante mi Camino de Santiago. No puedo entender todo cuando los hispanohablantes nativos hablan rápido. No sueño en español, como mi madre sueña en dos lenguas. Esto es, y seguirá siendo, un viaje de por vida.